En Medio Oriente, China busca proyectar una imagen de neutralidad al entablar diálogo con todos los actores, desde Teherán hasta Tel Aviv, incluyendo Riad. El objetivo de Pekín es claro: consolidarse como garante de estabilidad para asegurar sus intereses energéticos y comerciales.
El compromiso de la República Popular China (RPC) con Medio Oriente refleja un enfoque geoestratégico cuidadosamente calibrado, orientado a preservar la estabilidad regional, garantizar el acceso ininterrumpido a los recursos energéticos y promover su conocida Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), también conocida como las “Nuevas Rutas de la Seda”. En esta región, la relación chino-iraní suele destacarse por su peso político y su dimensión militar; sin embargo, ya sea en términos económicos, diplomáticos o estratégicos, la presencia de Pekín en esta zona va mucho más allá de sus vínculos con Teherán.
Al igual que en otras regiones del mundo, en Medio Oriente China clasifica sus alianzas diplomáticas en distintos niveles, que se enumeran a continuación en orden descendente de intensidad: “asociaciones estratégicas globales” (en Medio Oriente: Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin); “asociaciones estratégicas” (Irak, Jordania, Kuwait, Omán, Catar, Siria, Turquía y la Autoridad Palestina); “asociaciones de cooperación amistosa” (Líbano y Yemen); y finalmente, “asociaciones globales innovadoras” (Israel).
China está redefiniendo sus prioridades en Medio Oriente
La dependencia energética es uno de los principales impulsores de la política de China en la región. Los países del Golfo, en particular Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, se encuentran entre los principales proveedores de crudo para la República Popular China (RPC), muy por delante de Irán tanto en volumen como en fiabilidad y oportunidades de inversión.
Esta realidad económica obliga a China a invertir mucho más intensamente en los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), donde la estabilidad financiera, la previsibilidad política y la apertura institucional favorecen asociaciones estratégicas sostenibles y el desarrollo de infraestructura, a diferencia de lo que ocurre en Irán.
Por estas razones, los países del Golfo se han convertido indirectamente en nodos esenciales dentro de la arquitectura de la Iniciativa de la Franja y la Ruta recibiendo casi seis veces más inversiones chinas que Irán.
Si bien Irán tiene un interés geográfico como posible corredor entre China y Europa, el efecto persistente de las sanciones internacionales, la mala gestión económica y el aventurerismo regional limitan seriamente su capacidad para atraer inversiones chinas sostenibles.
En contraste, Israel ofrece un entorno funcional y favorable para los inversionistas, lo que lo convierte en un destino preferido para el capital chino y proyectos de infraestructura. Su economía se basa en infraestructura sólida y un sector tecnológico dinámico.
A pesar de los choques geopolíticos — incluyendo los enfrentamientos recientes con Irán, que sin duda afectarán su entorno empresarial — Israel, como miembro de la OCDE, sigue siendo atractivo en términos de negocios e inversión, principalmente porque sus fundamentos económicos son más sólidos que los de Irán o Arabia Saudita.
El Estado hebreo ocupa un lugar cada vez más relevante dentro de la IFR, no tanto por el volumen de inversión directa china, sino por su posición estratégica y su ambiciosa agenda de infraestructura. Su ubicación geográfica — a medio camino entre Europa, Asia y África a través del Mediterráneo — lo convierte en un punto clave de conectividad terrestre y marítima que ofrece una alternativa a Irán para conectar China con Europa.
En este contexto, China e Israel han avanzado en las negociaciones para un acuerdo de libre comercio que se discute desde 2016. Aunque las conversaciones están suspendidas desde 2023, aún se mantiene la esperanza de que se pueda firmar un acuerdo una vez que regrese la estabilidad a la región.
El comercio de China con Israel e Irán: trayectorias divergentes
Las relaciones comerciales de China con Israel e Irán revelan dos enfoques económicos claramente distintos. Con Israel, el comercio está cada vez más marcado por la importación de tecnologías de punta, especialmente en el ámbito de los semiconductores, lo que refleja una creciente interdependencia tecnológica. En cambio, el comercio con Irán sigue centrado en bienes industriales y recursos naturales, ilustrando una asociación más tradicional basada en el acceso a materias primas. Estas dinámicas contrastantes reflejan la flexibilidad estratégica de China, que apuesta por la innovación israelí mientras asegura su suministro desde Irán.
Las tensiones en el Estrecho de Ormuz ponen a prueba la estrategia de China en Irán
Durante casi cincuenta años, Irán ha recurrido a China como fuente de apoyo económico. Sin embargo, a pesar de los 21 proyectos de inversión verde chinos entre 2003 y 2020 — principalmente en el sector energético —, Pekín ha comenzado a replegarse gradualmente debido a las sanciones internacionales y la persistente inestabilidad regional.
Grandes empresas como CNPC y Sinopec han reducido su participación, o incluso abandonado algunos proyectos, mientras que compañías tecnológicas como Huawei y Lenovo también han reducido su presencia en el mercado iraní. Entre 2017 y 2019, se estima que Irán experimentó una salida de capital chino cercana a los 990 millones de dólares.
China percibe la inestabilidad en Medio Oriente — y en particular el enfrentamiento entre Israel e Irán — como una amenaza directa a sus intereses económicos y comerciales. Como el mayor comprador mundial de petróleo iraní, China está especialmente preocupada por las posibles interrupciones en rutas marítimas estratégicas, especialmente en el Estrecho de Ormuz.
En junio de 2025, las importaciones chinas de petróleo desde Irán aumentaron significativamente, alcanzando hasta 1.8 millones de barriles diarios, un repunte que se produjo justo antes de la escalada militar entre Israel e Irán, la cual generó preocupación sobre la seguridad en el Estrecho.
Una muestra del peso de la República Popular China en esta región: tras los ataques aéreos recíprocos entre Israel e Irán, y la amenaza de Teherán de cerrar este paso crucial, el secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, instó a Pekín a intervenir, subrayando la alta dependencia china de esta ruta petrolera.
China–Estados Unidos: tensiones estratégicas en un Medio Oriente en transición
China y Estados Unidos firmaron recientemente un acuerdo comercial y establecieron una tregua arancelaria de 90 días, con el objetivo de resolver algunas disputas clave y estabilizar las relaciones económicas. Además, en el plano militar, Irán y China firmaron un acuerdo de cooperación en defensa en 2016, reflejando su deseo mutuo de contrarrestar la influencia estadounidense en la región y asegurar las rutas comerciales.
Históricamente, China ha apoyado a Irán mediante ventas de armas, transferencias tecnológicas y programas de entrenamiento. Además, pese a la retórica oficial, algunos informes sugieren que las tecnologías chinas han contribuido al desarrollo del programa balístico iraní.
La relación sino-iraní en materia de defensa ilustra una diplomacia de dos niveles: China apoya discretamente la autonomía militar de Irán, al tiempo que procura no comprometer sus relaciones estratégicas con otros socios regionales importantes, como Israel, con quien también mantiene diálogos de seguridad de alto nivel. Esto subraya una ambición más amplia de Pekín: evitar polarizaciones regionales y mantener un equilibrio de poder favorable a sus intereses.
La estrategia de China en Medio Oriente frente a Estados Unidos se basa en un principio de equidistancia: aumentar su influencia sin una confrontación directa, mientras obtiene beneficios estratégicos de Arabia Saudita, Israel, Irán y Egipto. En esta perspectiva, la República Popular China no busca reemplazar a Estados Unidos como potencia dominante en la región, sino más bien ofrecer una presencia multipolar enfocada en preservar la estabilidad. Mantener el ‘statu quo’, evitar conflictos directos y construir un sistema paralelo de influencia mediante infraestructura, comercio y diplomacia son los pilares de la posición de China en Medio Oriente. Este enfoque le garantiza a Pekín un acceso seguro a la energía, corredores comerciales e influencia geopolítica sostenible, desde Tel Aviv hasta Teherán.
